Si has oído hablar en algún momento que temperatura de color y balance de blancos guarda relación, estás en lo correcto, porque su funcionamiento guarda bastantes semejanzas. ¿Quieres conocer por qué ambos conceptos coexisten? ¡No te preocupes! porque has llegado al artículo adecuado.
Antes de iniciar, piensa en una fotografía que hayas tomado con un color base, cuyo resultado dista mucho del obtenido. Por ejemplo, encontrarás gráficas con tonos naranjas o rojos (cálido) o demasiado azulado (frío). Ambas imágenes dan cuenta de una temperatura inexplicable, pero posible en el mundo fotográfico.
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¿Qué es?
Es un efecto como consecuencia de tomar una foto con tonos que están alejados de una apariencia real. Si está cálido o frío, es una temperatura de color que podrá configurarse con ayuda del balance de blancos. En el espectro lumínico, hay colores más preponderantes en la foto, haciendo que el blanco no esté en su estado puro, sino con matices rojizos o azulados.
La dominancia está contemplada por amarillos, rojos o azules, cuya escala de color está muy próximo del blanco. Para los expertos, este tipo de tonalidades dominantes no son un buen indicio para una fotografía grandiosa, por lo cual requieren de graduar el efecto para estar en un blanco puro.
El Kelvin es la unidad mínima con la cual se mide el alcance de los colores en las fotos. Por ejemplo, un blanco posee alrededor de 5500 K, el cual remite a la luz natural durante el mediodía. Una cifra menor a esa traduce a un efecto más amarillento hasta rozar al anaranjado. Si está por encima de los 5500 K, el efecto es azul, bastante frío.
Si tomamos una foto con un cielo cargado de nubes, la cantidad asciende a los 12000 K, cuya luz está muy azulada. Por su parte, cayendo el atardecer, la cantidad aproximada es de 2000 K con matices perfectamente amarillos.
¿Cómo influye el balance de blancos en la temperatura de color?
El ojo humano es tan inteligente que si capta los colores fieles a la realidad, sin embargo, el sensor de una cámara no realiza esta tarea como corresponde, a menos de ejecutar una serie de funciones para aproximar la foto a tonos fidedignos. El balance de blancos permite regular los tonos fríos o cálidos para llegar a ese nivel deseado por los usuarios.
En las cámaras profesionales, básicas y en los lentes incluidos en los móviles incorpora la función balance de blancos para trabajar la temperatura de acuerdo con gustos personales. Por fortuna, son cuatro modos con los cuales daremos buen uso a la cámara hasta lograr un nivel de K impresionante, sin maniobrar más de la cuenta el menú
Modo automático
No es el más recomendado, sin afán de manifestar que sea deficiente. Su punto negativo es la imprecisión con la cual trabaja el sensor al instante de tomar una fotografía. Si quieres resultados inmediatos, procura un espacio de colores neutros para no realizar configuraciones adicionales.
Si estás pensando tomarte una foto tras el atardecer, tendrás muchos inconvenientes con los tonos amarillos, pues la cifra de K desciende a tal forma que es complejo utilizar el balance de blancos a conveniencia; pero no es misión imposible.
Modo semiautomático
Es un modo más amigable con los fotógrafos porque el balance de blancos se amolda de acuerdo con la situación que esté captando. Por ejemplo, incluye parámetros para trabajar días soleados, contexto de playa, cielos nublados, atardeceres o espacios con luz artificial. La cámara sabrá, gracias a nuestro uso, cómo debe comportarse para imágenes eficientes.
El inconveniente principal radica en la ausencia de luces neutras porque el sensor hará un esfuerzo adicional en ajustarse a las escenas. Si este planteamiento ocurre, los colores retratados en las fotos no serán iguales a los captados por la vista humana.
Personalizado
Generalmente están incluidas en las cámaras profesionales en la gama alta. Consiste en tomar unas fotografías con balance de blancos activo sobre un fondo blanco o gris neutro para que la cámara sea capaz de reconocer la fuente de luz dominante.
Con ayuda de las cartas de grises, una serie de papeles entre blancos y grises neutros, se puede efectuar un buen ejercicio para optimizar las funciones de cámara, por supuesto, con el balance de blancos en su mejor nivel. Si no cuentas con estos accesorios, utiliza una pared blanca.
En Kelvin
Este punto es complejo de maniobrar en usuarios básicos de cámara que no conocen del todo el número total de K para dictaminar qué tan blanca está una foto. No obstante, tomemos como referencia la cantidad de 5500 K como blanco puro para retratar la luz natural a la perfección.
Si ponemos en la cámara la cantidad de 2000 K, estamos pensando que se trata de fotografía en medio del amanecer; si es así, es perfecta para lograr una imagen increíble mientras se oculta el sol.
Suelen ocurrir algunos detalles incómodos si el comportamiento no es del todo perfecto, porque hay cámaras que intentan ajustarse a los 2000 K con la aparición de matices azulados que no tienen cabida en la escena. Siempre debemos imaginar que la cifra de Kelvin es la más adecuada para el blanco ideal, sin olvidar que el ambiente está sujeto a luz natural.
En definitiva, un balance de blancos que esté trabajado en colores neutros no quiere decir que las fotos son deficientes. Muchas veces no pretendemos que el blanco sea puro, sino con ciertos matices fríos u otros cálidos, sin olvidar su permanencia como color esencial.
Para las fotos en medio del atardecer, es muy complicado alcanzar un color blanco dominante, por eso, los anaranjados no son mal vistos si trabajamos con 2000-2500 K. El mismo panorama lo podemos plantear en las escenas nocturnas, cuyas luces azuladas son las adecuadas para no distorsionar en demasía la calidad de las imágenes.
Para dar cierre a este artículo, exhortamos a los fotógrafos a guiarse de los modos semiautomáticos y personalizados de sus sensores. El automático no siempre es preciso, haciendo que la foto necesite una edición extra para controlar su balance. El profesional es ideal para los expertos, al conocer la cantidad de K en el instante de la captura de la gráfica.