Hace apenas unos años ya estábamos haciendo más de mil doscientos millones de fotografías cada día gracias al auge de los smartphones, y esta cifra no ha hecho más que crecer. La plataforma por excelencia de fotografía en internet, Instagram, es responsable de una buena proporción de todas esas fotos, y el número total de fotografías que publica diariamente se cuenta por millones. Internet ha hecho que entremos en un momento dulce de la fotografía a escala global, pero este auge está generando a su vez nuevas problemáticas y riesgos que es importante que tengamos en cuenta.
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La cultura de lo visual
Envuelta en una espiral de causa-consecuencia, internet está favoreciendo una cultura de lo visual que se retroalimenta. Cada vez nos interesan más los contenidos con un fuerte componente visual, y, en consecuencia, cada vez los producimos más, dejando de lado otras formas discursivas como la expresión escrita, o limitando fuertemente su capacidad para interpelarnos. Sea lo que sea lo que nos interese, queremos verlo primero y comprenderlo después, de ahí que apps como Tinder utilicen predominantemente la apariencia física de sus usuarios como el principal motor a la hora de elegir una pareja: la biografía y la conversación llegarán mucho después… si es que llegan.
El culto al cuerpo y la obsesión de la belleza
Motivado por aplicaciones como Tinder, Badoo y, sobre todo, Instagram, la cultura de lo visual está educando a toda una generación obsesionada con su cuerpo. Las cuentas de instagram que únicamente publican selfies se cuentan en los cientos de miles y responden, en la mayoría de los casos, a un serio trastorno de la personalidad que está apareciendo a edades cada vez más tempranas y que puede tener consecuencias muy graves durante el resto de la vida de las personas afectadas.
Detrás de las selfies: depresión, ansiedad y necesidad continua de validación
Los perfiles que presentan un número muy elevado de selfies pueden ser indicadores muy claros de trastornos de mucha gravedad. La necesidad continua de validación responde en muchos casos a problemas como la depresión o la ansiedad, a los que a su vez retroalimenta. Si una selfie no alcanza el número suficiente de likes o no atrae la atención esperada se dispara la ansiedad de la persona que la ha publicado, que siente la necesidad urgente de compensar esta carencia afectiva con la publicación de nuevas selfies que obtengan un mejor resultado.
Un camino hacia la hipersexualización
La autoestima de las personas obsesionadas con las selfies pasa a depender cada vez más de las respuestas de los extraños en internet, quienes, a su vez, tienden a responder más positivamente a las selfies con un alto contenido sexual. De esta forma, las personas con una obsesión por las selfies se ven en la necesidad de venderse en fotografías con un contenido erótico cada vez mayor para poder saciar a su audiencia, que, en cuanto le toma el gusto al erotismo, niega sus likes a las selfies normales, acelerando un proceso hacia la hipersexualización que, sobre todo en el caso de las adolescentes, puede tener consecuencias desastrosas y causarles graves secuelas para el resto de su vida.
De la hipersexualización al acoso
La obsesión por las selfies se traslada a todos los ámbitos privados de las personas que las producen, que con frecuencia terminan publicando fotografías suyas en cafeterías, bares, centros de estudio y el propio domicilio. Los rasgos geográficos de esas fotografías pueden ser identificados por cualquier persona en internet, y no han sido pocos los casos en los que un acosador ha aprovechado esta información para localizar a sus víctimas y asaltarlas en el momento menos esperado.
La importancia de la ciberseguridad
Para prevenir esto, es fundamental adoptar el hábito de eliminar cualquier tipo de información geográfica de nuestras fotografías, incluso prestando atención a los reflejos en espejos o en otras superficies que puedan mostrar las azoteas de los edificios vecinos o cualquier tipo de paisaje que permita deducir en dónde nos encontramos. También es necesario desactivar la geolocalización de las imágenes, porque un acosador con experiencia podría descargarlas y obtener nuestras coordenadas exactas con un simple editor de código. Además, hay que recordar usar siempre una VPN online a la hora de subir fotografías desde redes Wi-Fi públicas para prevenir la filtración los datos de acceso de nuestras redes sociales.
La necesidad de un cambio cultural
La era de la ‘selfitis’ se ha constituido en toda una nueva patología que sólo ahora está comenzando a identificarse y a encararse de forma adecuada de forma profesional. La tecnología evoluciona deprisa y genera nuevos problemas para los que, en un primer momento, no contamos con una respuesta social adecuada, pero la multiplicación y la seriedad de los casos de trastorno está empezando a generar una respuesta entre los profesionales cualificados para tratar de atajar y corregir esta nueva enfermedad del siglo XXI.